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jueves, 31 de enero de 2008

Venganza


Frente al mar, vacío de toda fuerza, las lágrimas recorrían mi rostro. Sólo esperaba la muerte, había sufrido el destierro, el expolio. Mi presencia ya no era grata, la enfermedad de Lázaro cubría mi piel con espantosas llagas.

Era sólo una sombra de aquello que había sido. Esperaba la muerte sin tener ni voluntad ni fuerza de acabar con mi sufrimiento. El sultán, me había expulsado de la corte, mis hijos ejecutados, mi casa arrasada y sembrada de sal, mis libros quemados. Todo aquello que me recordara era ya humo en medio de una tormenta. Lo único que me sobrevivía eran las llagas y los insectos que vivían en mi piel.

Un día los soldados del Sultán trajeron a un nuevo prisionero, lo habían cegado, le habían cortado la lengua y las manos... cuando lo vi... reconocí a mi enemigo, al antiguo Sultán... sin explicar nada ni mediar palabra lo arrojaron a la costa. Ese día recobré mis fuerzas y supe que viviría el resto de mi vida haciendo de su existencia un infierno, agotando su vitalidad, hasta que en una terrible agonía intentara morir... y yo no lo dejaría.

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