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lunes, 31 de diciembre de 2012

GEOGRAFÍA


Tu respiración plácida como la brisa principios de otoño. Mis dedos como velas latinas recorren tu mejilla. Mi mano como los exploradores del renacimiento recorre tu continente. Escalo tus colinas, desciendo a tu valles, enfilo en tus cordilleras.
La selva de tu pelo reposa exhausta en la almohada, un dedo se abre camino desde tu sien. Desciende por la planicie de tu frente y se detiene sobre el arco de tus cejas. Abres los ojos, profundos, oscuros, lejanos. Me ves desde la sima de tu adormilamiento. Bajo por la curva de tu mejilla y llego a tus labios.
Rubén García. Tempestad en el arrecife, 2010

Y toco tu boca, con la punta de mi dedo toco tu boca... si fuera ingenioso como Cortázar diría que es como si apareciera por debajo de mi dedo, pero sólo logro pensar en su redondez, en su forma en la perfecta bahía que forman tus labios. Ese arrecife donde naufrago, donde me pierdo entre tus corrientes y tus mareas.
Bajo por tu pecho y llego a la hondonada donde empieza tu vientre, ese llano que culmina en el omphalós desde aquí pudiera trazar una esfera perfecta que sería nuestro universo perfecto donde aislarnos de la cuenta de los katunes. Sigo desciendo y llego al bosque de tu sexo, profundo lujurioso, pecaminoso, aquí la mitad de tu cuerpo la mitad de mi recorrido aquí el axis mundi que marca todas las distancias.
Mi pies recorren los tuyos suben a tus rodillas y separan tus piernas. Otro abismo se abre y me desplomo entre esas dos cordilleras. Jinete y montura, montura y jinete exploran con ojos, con labios, con dedos, con brazos, los últimos reductos desconocidos de tu universo, mientras el mundo termina y se desintegra.

viernes, 7 de diciembre de 2012

TANGERE ME SOMMUS


En el huerto de los frailes, el sueño me ha abandonado. Sólo en la celda del claustro, en la vega antigua de los ancestros.
Ni monstruos ni dulces sueños... negrura y silencio. Sólo mi respiración y el calor de las mantas. Le pesadilla y la fantasía con los ojos abiertos. Los ojos secos en este mar de oscuridad.
Sin descanso, Sísifo cibernético vomita sílaba tras sílaba procurando un descanso que no llega. Silencio… respiración…  silencio… respiración. Giro a la derecha, imagen... pesadilla. Giro a la izquierda... pesadilla, imagen. El aire es espeso y dulzón, como el de las flores muertas.
Respiración, silencio, sudor, fiebre, respiración. Abandonado en la oscuridad, ya ni los miedos de niño me acompañan para poder cerrar los ojos. Cruzo la Estigia pero no está Caronte para guiarme. Mundo de sombras enfebrecidas y descanso imposible.
Mi cuerpo reposa, respira, se tensa, se relaja, respira.  Acudo a mi sexo buscando su auxilio… y sólo él duerme. Mi cerebro a diez mil millas de mí en un frenesí recuerda, libros, caras, cuerpos, paisajes, traiciones, amores y tormentos. Y mis ojos secos por centésima vez se niegan a descansar.

lunes, 3 de diciembre de 2012

RUMBO A ÍTACA

Un viaje después de oír el canto de las sirenas. Un viaje después del país de los lotófagos. ¿Habrá alguien destejiendo el tapiz para mí?

Partiendo de la octava isla llegue a la misteriosa Menfis, vi las murallas de Tiro, me perdí en los mercados de seda de Samarcanda. Crucé el desierto y fui vendido como esclavo. Maté, robé y me consagré a dioses antiguos y terribles.


Cerqué junto a los cien reyes los muros de la Troade, esperando liberar a hija de Leda. Marché con los mirmidones cargando el tesoro de Príamo y nos olvidamos del hogar. Lo perdí todo en la tormenta y llegué a la isla de la hechicera. Cegué al cíclope. Quemé mis barcos he hice el camino a pie.



Amé, pero nunca supe si fui amado. Lloré en la soledad de la tierra de hombres barbaros. Conocí a buenos, santos y honrados hombres. Fui soldado, maestro, carpintero. Fui amo y señor de las lejanas tierras de los Suevos. Hice el camino acompañado y en solitario. La fabulosa Bizancio me recibió, al igual que la perdida villa de Lundugum.



Aprendí lenguas extrañas... supe expresar el amor en veinte lenguas y en la corte de emperadores crueles fui su bufón. Compre exquisitos perfumes. Me detuve en el camino a ver a los hijos de mis amigos pasar y no me reconocieron. Marcho hacia Ítaca pero no sé si alguien desteje el tapiz esperándome o tan siquiera si aún existe en medio del mar.