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lunes, 21 de enero de 2008

Muera mi lira infausta, en que influiste/ ecos, que lamentables te vocean...

Hoy viendo esta foto me he acordado de lo que influyo padrino en mi.

De pequeño las figuras de tios, primos o abuelos me fueron más bien desconocidos. A mis abuelas las conocí cuando tenía siete y ocho años. A mis tías y primos cuando tenía once. Eso de: "el fin de semana fui a casa de mis tios" fue algo que no conocí. Quizás por eso, soy tan desafecto con mi familia consanguínea.

Maite, Antonio y Xoño, junto a Carmen y Pepe, fueron esa familia que no tuve. Ellos tampoco tenían familia en Venezuela, pero a la vez eramos una familia con unos lazos muy fuertes.

Maite y mamá hablaban todos los días, dos o tres veces, eran como hermanas. Mamá fue la primera en darse cuenta de los primero sintomas del Alzehimer en Maite. Padrino, fue siempre un consejero y un apoyo muy grande para mamá y papá. Xoño fue ese hermano mayor que la vida no me dio y ese ejemplo a seguir.

Uno de los recuerdos más lejanos en mi memoria, es un domingo en casa de Maite, después de comer... recuerdo el postre, por que para mi siempre será el ideal de un postre; melocotones en almibar y helado de mantecado (vainilla). Al igual que la merienda, era todo lo que se puede desear para que la vida sea perfecta a los cinco años... un enorme vaso de leche fría.

Antonio cuando compro y amuebló el apartamento de La Florida, pensó en todas la penurias y miserias que había pasado en medio mundo, desde Logroño, a Madrid, a Marruecos, a Londres , a Caracas... y se dijo que esa casa, que sería su casa hasta el final de sus días, sería como la casa de Frank Sinatra. Y así era.

Para mi el concepto de una casa moderna era esa casa. La mesa del comedor redonda, blanca y de un sólo pie, la alfombra de pelo largo, los asientos de media esfera, los puff del balcón, el mueble del salón en blanco y negro... era una casa de revista. Pero sobre todo el papel tapiz de flores enormes y diseños sicodélicos de la década de 1970; y los cuadros, que eran una mezcla ecliptica de modernidad.

En mi infancia, la casa de Maite y Antonio era el lugar mas grato y maravilloso del mundo fuera de la cama de mamá, muchos años después y a casi diez mil kilómetros de distancia, he querido que mi casa tenga ese influjo ese sentido de modernidad, esa calidez.

Recuerdo siendo muy pequeño estar correteando por esa casa o metido de debajo del sofa de la sala sobre la alfombra de pelo largo, mientras papá y padrino jugaban ajedréz, bebían coñac y se fumaban un puro... me viene a la cabeza el logo de los King Edward y el olor acre y penetrante del tabaco.

A él le debo mi gusto por el te, por la cocina, por el oporto, por el flamenco, por Londres... se lo debo a él.

Recuerdo a padrino enseñándome como se movían las piezas del ajedrez, o tocando la guitarra. O el día más significativo para mi. Estaban mamá y él frente a un cuadro que hacía poco había pintado... era una mujer, pelirroja, su estilo tenía alguna influencia cubista y había sido pintado con la espátula... para mi era y es uno de los cuadros más bellos de su casa.

Mamá estaba algo preocupada, yo siempre anárquico sobre ciertas cosas, prefería pintar y leer a aprender enrevesados conceptos matemáticos como la suma o la resta... esas cosas que cuando uno tiene cinco o seis años aburren mortalmente. Mamá dudaba sobre si sería buena idea que yo recibiera clases de pintura... y ese día Antonio, convenció a mamá de inscribirme en las clases de pintura.

Si sólo hubiera sido eso, para mi ya hubiera bastado para agradecerselo toda la vida. Una visita con él al Museo de El Prado hubiera sido para mi la forma de devolverle un millón de veces ese día.

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