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jueves, 24 de enero de 2008

Auriga (apuntes para el inicio de una película)

Era el día más triste del mundo. Era el año 1956, junio 23, en el puerto de Vigo. El mundo se acaba ahí, más al oeste sólo había mar, oscuridad, vacío… Únicamente los enormes monstruos que te acompañan en sueños y te hacen enloquecer por que adoptan la forma de las personas que amas. Únicamente los muy fuertes, o muy crueles, y los inocentes pueden sobrevivir sin enloquecer a cruzar el mar dejándolo todo.

Cincuenta años más tarde nadie recordará ese barco, ni a sus mil quinientos pasajeros, ni a sus familias, ni a sus dolores… el mundo olvida fácilmente. El dolor y el amor en la memoria es lo único que nos diferencia de los animales, pero somos cada día más animales.

Ese día que como dije era el más triste del mundo, se juntaron mil quinientas almas en ese barco, mil quinientos dolores, mil quinientos olvidos. Había mucho dolor y mucha separación. Lola nunca había estado lejos de su familia o de su padre más de dos días… y después de aquella jornada tardaría en volver a verlo trece años. Trece años, un matrimonio, una cesarea y un hijo después.

-Pai non chore. Le dijo Lola, sus palabras se escoraban entre las lágrimas y el nudo en la garganta.

-Non chores ti. Para él era como el fin del mundo, como si le quitaran los ojos.

En un momento dado ya no había palabras, sus manos se separaban. La gente los empujaba y las lágrimas que corrían por sus mejillas intentaban unir inútilmente aquello que esa oleada humana estaba separando.

Cuando se separaron sus dedos, fue para Manuel como si le arrancaran un brazo. Su niña se iba. Su niña no volvería con él.

Cuando se separaron sus dedos, Lola sintió un dolor tan grande, tan profundo; que sólo sería comparable, a la cesárea, que sin anestesia, le practicaron dieciocho años después, para salvar a la hija que se estaba ahogando en su vientre.

Desde la niebla de las lágrimas Lola vio a su padre en el muelle. Cientos de desheredados sin esperanzas corrían de un lado a otro, abandonados de una España que los arrojaba como apestados de sus entrañas. Como la pus de una gangrena. Partían con con lo puesto, con maletas de cartón y una esperanza al otro lado de esa mole de agua, a un pedazo de esas Américas bárbaras, que a un italiano medio borracho, por allá en el siglo XV, se le pareció a una pequeña Venecia.

Lola no tenía palabras, sólo aferraba el pañuelo que Manuel le había dado para que secara sus lágrimas. Desde la barandilla del barco, lo vio en toda su estatura humana. Lo vio secarse las lágrimas con la manga de su chaqueta, esbozar una sonrisa y alzar su mano para despedirse.

No lo pudo soportar más, grito:

-Pai dígalle a Luis que o quero, e que non me he olvidado de él, e que sigo sendo a sua nai.

Manuel, en ese momento sintió que el mundo tambaleaba a sus pies. Las lágrimas ya no le dejaban ver, sus rodillas temblaban, y sin tener la templanza de Job, maldijo a Dios desde lo más profundo de su ser.

A ese Dios que permitía que el Auriga, partiera llevándose a su más hija más querida… a ese Dios que permitía que Lola tuviera que dejar a su hijo en esta cárcel de famélicos y a ella la arrojaba al otro lado del mundo. A ese Dios que ahogaría y volvería a crucificar, si su hija podía volver.

Sólo cuando el barco no era más que un punto en medio del mar Manuel dejó que sus rodillas flaquearan, se dejó caer y golpeó con su puño el suelo. El dolor de sus dedos rotos, calmó en algo la herida abierta en su alma. Se levantó, se secó las lágrimas, y sin haber cauterizado su corazón, decidió regresar ese mismo día a Quiroga. Quería dormir en su cama y despertar de ese mal sueño...

3 comentarios:

Matías Irarrázabal dijo...

ME TOMARE EL TIEMPO PARA LEER SU HISTORIA CON MAS CALMA MIENTRAS TANTO LE DEJO UNA INVITACIÓN A OPINAR ACERCA DE LAS TEMÁTICAS QUE VAMOS PONIENDO A DISPOSICIÓN DE TODOS PARA GENERAR UNA SANA DISCUSIÓN

http://asociaciondelbuenescribir.blogspot.com/

SALUDOS

Isol Matos dijo...

Mijito!!!
Está muy bonito todo lo que escribes en tu Blog, la verdad es que me hiciste recordar muchas cosas que las tenía dormidas en mi memoria, como cuando padrino se ponia a tocar guitarra y cantar luego de alguna comida en su casa.
Besitos

Principito dijo...

¡Qué buen comienzo y qué buen título! Reitero mi interés por colaborar en el desarrollo de esta historia...

Saludos