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viernes, 27 de mayo de 2011

INICIOS (APUNTES PARA UNA PELÍCULA)

El 27 de noviembre de 1998 era el día más triste del mundo. El vuelo de Delta Airlines, partía del Aeropuerto Internacional Simón Bolívar rumbo a Nueva York. Ese día cientos de personas estaban esperando para abordar esa especie arca de salvación y a Juan Manuel se le atoraban las emociones y abotargado no sabía que decir o pensar, sólo veía a su familia y sentía, eso le rompía el corazón, que los estaba traicionando, que los abandonaba... el país parecía cerrarse para él y tenía que respirar. Todo era pequeñez, oscuridad y caminos cerrados.
No hubo ni habría posibilidad, ese país, como un enorme buque, que parecía hundirse sin remedio desperdigaba concientemente a sus hijos en una diáspora. Era el fin del mundo que vivieron Lola y Juan hacía cuarenta años, para ellos esa fue la Tierra de Gracia, el mundo donde construyeron su vida y sembraron sus ilusiones, pero para él era como un espejo de feria, que deforma esa belleza.
En el aeropuerto estaba pleno de una marea de primeros descastados, las primeras ratas que abandonaban el barco… y él estaba ahí, con su maleta enorme, sin sus libros, sin sus amigos y dejando a su familia. Sí, los traicionaba los abandonaba y eso lo quemaba como hierro candente.
Sabias fueron las palabras de su padre “Tú haces mi camino a la inversa y tú buscas lo mismo que yo busque aquí”. Catorce años después en un pueblo perdido en las montañas de España recordaría esas palabras con lágrimas en los ojos, su padre como un profeta vio su futuro, su hijo no regresaría a la Tierra de Gracia, el paraíso que empezaba a arder y nadie apagaría.
Lola, se esforzaba en no llorar en contener el huracán que asolaba su alma, cuarenta años después se repetía la historia como una maldición, no había una sola tierra que pudiera contener a su familia ni a su herencia, como las pavesas de una hoguera se perdían en el viento, tíos, primos hombres y mujeres de la familia se dispersaban en el mundo como la sal en un vaso de agua. Ahora sentía de nuevo ese dolor, ese padecimiento del puerto del puerto de Vigo, que tantos años atrás y tantas lágrimas en la noche le hicieron derramar.
Ya una vez se lo arrancaron y tenía una cicatriz en su vientre, ahora la tendría en su corazón. En su beso de despedida iban sus labios arrancados como la mano de Manuel cuarenta años atrás frente al Auriga.
Desde la ventana del avión Juan Manuel vio la terraza del aeropuerto vacía, vacía… vacía, sólo tres figuritas poblaban la inmensidad de esa terraza y el sabía quienes eran. Rompió a llorar y sintió miedo.

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